Los años que vivimos congestionadamente

Probablemente ya no, pero esto de las "pelotas moradas" es algo que tenías muchas probabilidades de sufrir al final de tu adolescencia.

Podías tener unos... 15-16 años más o menos (1º ó 2º del antiguo BUP). Unas simples braguitas colgadas en un tendedero te evocaban fantasías sexuales diversas, aunque puede que eso no haya cambiado a día de hoy.

Pero sentarte junto a tu novieta, bien pegado, en un rincón oscuro y solitario de la discoteca y tener una erección del 100% eran la misma cosa. Una reacción inexorable. Ella te decía que tu estabas enfermo, y después averiguaste que todos tus amigos también lo estaban, así que tampoco te preocupó mucho.

No era solo el hecho de que estuviese allí; era su olor, su calor, el tacto de su piel... No pasaba mucho tiempo antes de que empezases a tratar de meterte dentro de su sujetador, cosa que ella no te ponía fácil (en mis tiempos además era ya de por sí un lugar muy poco accesible).

Tras morreos varios y media hora sobándole las tetas (más p'abajo no podías o te llevabas un guantazo), tú, completamente desesperado le sugerías en un susurro...


--Una pajilla, no?...
--¿Qué dices? ¡Guarro!
--Pero si eso no es nada...
--¡¿A que me voy y te quedas aquí?!
--Bueno, bueno, no te enfades

5 minutos de soba después, sudando, comienza un leve dolor, la sugerencia se torna ruego...

--Una pajilla, chatiiiii...
--¡¿Otra vez?!
--Ejj queee...
--¡Ej que nada!
--¡No, no te abroches el botón!... ya me callo

5 minutos de soba después, sudor, taquicardia, temblores, visión borrosa, el ruego pasa a llamada MAY-DAY...

--Chatiiiii...
--¡¿A que me voy de verdad?!
--Ejj que yoooo... yo ya no puedo más, eh?
--¡Pues te aguantas!
--Ande luego... No tendrá queja tu padre, no.

4 minutos y 59 segundos de soba después, dolor intenso, pulso irregular... (Si no podía ser por piedad, tal vez podría ser por aburrimiento, por no escucharte más)...

--Ch...
--Hala, vámonos que ya es la hora. Si no mi padre me castiga
--Pero... pero ¡¡ · · · — — — · · · !!
--¿Tu quieres que salga mañana?
--¿Ein? ¿Qué? ¿Yo? Pos claro...
--Pues vámonos
--[%@#%&^#/{!@*] ¡¡ · · · — — — · · · !!

Por el camino, piernas un poco abiertas y pasos irregulares. En cada farola fundida veías una última esperanza...

--Cha...
--Shhhhhh!!

Una vez en su puerta, un morreo corto (podían veros sus padres) y ¡hala!, "hasta mañana".

El camino de vuelta a casa se hacía largo y doloroso. A tus irregulares andares les seguía una intensa humareda; no estabas caliente, estabas empezando a arder. Si en el trayecto hubiese existido una gasolinera, te habrían obligado a rodearla.

Pero al día siguiente volvías a hacer lo mismo. Tu capacidad de razonamiento lógico se había ahogado en un mar de hormonas en ebullición. ¡¿Quién dijo miedo?!


P.D.: Ya sé que las cosas no son hoy así, yo también paso por el parque y no estoy ciego. ¿Qué puedo decir? Cuando yo tenía 14, para ser patrón había que ser antes marinero ;-)


(Inspirado en hechos reales)