En Ikea... con un amigo
Ayer comencé el día acompañando a un amigo a Ikea porque se le había antojado una estantería. Para ser la mañana de un lunes 1 de septiembre había bastante gente en ese diabólico laberinto.
Ir a Ikea es siempre un mareo, pero no por el laberinto sino por la cantidad de tias buenas que hay. Es que no te dejan comprar, porque cada vez que vas a mirar una etiqueta pasa uno (o dos) monumentos a los que se podría conceder el estátus de interés nacional.
Tienen cierta razón las mujeres en eso de que los tíos no podemos hacer dos cosas al mismo tiempo. Por ejemplo, si uno de esos pecaminosos cuerpazos pasa hacia la derecha y el otro hacia la izquierda, no consigo apuntar un ojo hacia cada uno por más que lo intento, así que no me queda más remedio que girar la cabeza para un lado y para otro alternativamente a ver si me da tiempo a escanearlos completamente a los dos.
Y encima, en pleno proceso de escaneado, mi amigo (que está detrás mirando para otro lado) me da una coz al tiempo que avisa:
--¡¡Mira qué tetas tío, mira qué tetas, por Dios santo y la Virgen María... Y vaya culooooo...!! ¡¡Anda hija mía, anda queee [...censurado...] [...censurado...] [...censurado...], la madre que la parió...!! ¿La has visto o no?
--Errr... umm... no
--¡No estás atento, tío! Tu estás perdiendo facultades...
--Será eso
Total, que no puedo atender a todo lo que requiere de mi atención y encima encontrar la maldita estantería que tiene que medir exactamente A x B x C y costar no más de X euros.
Esa entrada de ráfagas de datos por uno, dos o más puertos simultáneamente se repite una y otra vez. Con el paso de los cuartos de hora, o las tías se vuelven más buenas o mi superyo se va desmoronando, no sé. La cuestión es que todo va a más, y ya me cuesta mantener la baba dentro de la boca.
Entonces es cuando empiezo a sentirme abrumado. Y de la estantería, ni rastro.
Y es que ir solo es mareante, pero ir con un amigote (casado, que es aún peor que soltero) es ya la hostia. Abandonaría y me iría a mi casa de no ser porque hemos ido en SU coche. Estoy atrapado.
Cuando yo voy solo a Ikea y tengo prisa (o no tengo prisa pero empiezo a marearme con tanta tiabuena) tengo un truco: "La luz corta". No es fácil pero sí posible.
Se trata de imaginar que todo está oscuro y vas con la luz corta. Miras solo el suelo que tienes inmediatamente delante -las flechas esas que hay pegadas- y los pies de la gente para no tropezarte, ignorando todo lo demás, andando deprisa, y levantando la vista de vez en cuando, rápidamente, en un guiño como al mirar por el retrovisor, para ver los carteles indicadores. Llegado al punto, asegurarse de la cosa en cuestión y tras tomar nota bajar al almacen con la luz corta de nuevo, coger la cosa y pagar en caja. NUNCA, BAJO NINGÚN CONCEPTO mirar a la gente, porque podrías ver a una tiabuena y entonces... estás perdido.
Eso es cuando voy solo. Si voy con una amigo (especialmente si es casado), hacer eso los dos juntos es materialmente imposible, y ahí tengo experiencia para aportar. Un cerebro es débil; dos lo son más (y lo malo se pega).
Hoy la cosa acabó como acaban todas las cosas que no se tiene ni puta idea de cómo van a acabar, es decir, como cualquier sistema dinámico caótico (p. ej. el gobierno) dado un tiempo suficiente. Ese tiempo fueron tres horas, y encontramos la estantería perfecta -además de todas las tías buenas de la mitad oeste de Sevilla-.
No me cabreé ante la eterna cola de las cajas de cobro de Ikea porque ya no tenía fuerzas. Otro día nombraré a las madres de los suecos esos.
Cuando llegué a casa me tomé dos Dolalgial. Eso sí: He visto tías que vosotros no creeríais...